Fuente: CROCK
En los años 60, el Marquee Club de Londres era el centro del universo para los devotos británicos del blues eléctrico. Los primeros creadores como Cyril Davies y Alexis Korner realizaban una gran variedad de zapadas con una mezcla cada vez más grande de músicos y vocalistas. El 12 de julio de 1962, un nuevo grupo llamado The Rolling Stones -anunciados como Rollin’ Stones- tomó el escenario del Marquee y dio su primer paso en el camino a una eventual estrellato.
La mayoría de los futuros miembros de los Stones eran participantes frecuentes de las zapadas de Blues Incorporated de Korner en el Marquee y el Ealing Club. En cualquier noche londinense, los amantes del blues podían entrar en el club y ver a Charlie Watts tocar la batería, a Mick Jagger soplar su armónica, a Ian Stewart machacar el piano, a Keith Richards en la guitarra rítmica o a Brian Jones -que actuaba entonces bajo el seudónimo de Elmo Lewis- entregar unos solos de guitarra impresionantes.
En mayo de 1962, Jones publicó un anuncio en Jazz News buscando a alguien que quisiera unirse a una nueva banda de rhythm and blues que estaba formando. Jagger, que había conocido a Jones en el Ealing un mes antes, vio el anuncio y llegó con su amigo Keith Richards a la audición en el pub Bricklayer Arms en Broadwick Street, en el Soho londinense. Era evidente que los tres tenían la química necesaria y después de la adición de Stewart, Dick Taylor (quien formaba The Pretty Things) en el bajo y Mick Avory (que pronto se uniría a The Kinks) en la batería, la banda estaba formada.
Ensayaron durante un tiempo en el Bricklayer Arms interpretando sus canciones favoritas de Muddy Waters, Howlin’ Wolf, Chuck Berry y Bo Diddley hasta el 12 de julio, cuando se enteraron de que Alexis Korner había reservado una aparición en el programa de radio Jazz Club de la BBC. dejando un lugar disponible esa noche en el Marquee. Necesitado de una banda para llenar el espacio, el promotor del club, Harold Pendleton, se dirigió a los seis jóvenes que en ese momento todavía no tenían un nombre. Rápidamente decidieron llamarse los Rollin’ Stones, en referencia a la canción de Muddy Waters; un nombre que el pianista Ian Stewart odiaba.
En su autobiografía «Life», Keith Richards recordó lo que sintió tocando como los Rolling Stones por primera vez. «Ese sentimiento vale más que cualquier otra cosa», escribió. «Hay un cierto momento en que te das cuenta de que con lo que has hecho dejás el planeta por un rato y que nadie puede tocarte. Te sentís elevado porque estás con un grupo de chicos que quieren hacer lo mismo que vos. Y cuando funciona, tenés alas. Sabés que has estado en un lugar al que la mayoría de la gente nunca conseguirá llegar; has estado en un lugar especial. Y entonces querés seguir adelante, y cuando aterrizás querés volver. Porque uno siempre quiere volver ahí. Estás volando sin licencia».
Los Stones tocaron 16 canciones esa noche, una impresionante colección de temas de Robert Johnson, Jimmy Reed, Elmore James, Fats Domino y un montón de Chuck Berry. Deben de haber dejado una buena impresión, ya que poco después se los invitó a ser la banda estable en el competitivo Crawdaddy Club, por parte del promotor ruso Giorgio Gomelsky. Poco después de eso, se encontraron de nuevo actuando regularmente en el Marquee antes de firmar un contrato con Decca y publicar su primer disco. El resto, como dicen, es historia.